“El mundo debe crear cinco billones de veganos en las próximas décadas, o triplicar la cantidad de granjas factorías pero sin hacer uso de más tierras.” Dennis Avery, director del Centro para Global Food Issues.
La FAO estima que existen cerca de 840 millones de personas desnutridas. Esto es el 14% de la población humana. Cerca de 25.000 personas mueren a diario por enfermedades asociadas al hambre. Cada año 6 millones de niños menores de 5 años mueren por el hambre y la malnutrición (ello es igual a la cantidad total de población infantil de Francia e Italia, juntos). Con una expectativa de crecimiento global de la población de 6 billones a 9 billones de personas para el año 2050, una de las más urgentes cuestiones que encaramos ahora es cómo nosotros –como especie—nos alimentaremos en el siglo XXI. Todo un problema ético y de justicia social.
La disponibilidad de la tierra es una de las variables en la producción de alimentos. La tierra tiene áreas limitadas de viabilidad agrícola, por lo que cómo usamos esas áreas es un punto central para determinar la manera en que alimentaremos al mundo. Hasta el momento, el problema no es la falta de tierra –la cantidad actual de terrenos cultivables es suficiente para producir alimento para una población de 8-10 billones de personas—sino la mala distribución de éstas. Pobreza, falta de poder, guerras y corrupción conspiran para asegurar un desigual acceso a los alimentos. Además, el estilo de vida occidental –y particularmente la alimentación y la dieta—pueden jugar un rol importante en la mala distribución de los alimentos y la falta de equidad en la distribución de la nutrición. Somos nosotros los responsables de las muertes por hambre en un mundo que da suficientes alimentos para todos.
“En esta era de abundancia global, ¿por qué el mundo sigue tolerando las hambrunas y la deprivación de más de 800 millones de personas?”. Jacques Diouf, Director General FAO.
¿Qué pasa con el ganado?
El stock vivo de producción mundial cárnica excede los 21 billones de animales cada año, lo que es más de tres veces y media la población mundial. Además, el crecimiento de los animales toma más de 2/3 de la tierra agrícola, y 1/3 del área global cultivable. Esto es aparentemente justificable porque no sólo se consume la carne de éstos animales, sino además sus subproductos y otros productos, como huevos y leche, por lo que los animales de granja nos proveern de una fuente alimenticia extra que también necesitaríamos. O eso es, al menos, lo que la agroindustria nos quiere hacer creer. De hecho, los animales de granja están siendo cada vez más alimentados con granos y cereales que pudieran ser consumidos directamente por los humanos. O son criados en tierras que podrían ser cultivadas con alimentos que irían directamente a los humanos, en vez de convertirse en pienso para el ganado (las aves, los peces...).
En el año 1900, sólo el 10% del total del grano mundial estaba destinado a la alimentación animal; en 1950 creció a un poco más de 20%, para llegar a un 45% en las primeras décadas de los '90. Hoy, más del 60% del grano se usa para alimentar al ganado.
Este uso de la cosecha mundial de granos podría ser aceptable si la producción mundial de alimentos no estuviera manchada por el hecho de que la producción de carne y lácteos es notoriamente ineficiente energéticamente hablando. Todos los animales usan la energía de la comida para moverse, mantener su temperatura y su funcionamiento fisiológico. Esto significa que sólo un pequeño porcentaje de la energía obtenida del pienso es convertida en carne o lácteos. La estimación de los niveles de eficiencia varía, pero en un estudio reciente, el prof. Vaclav Smil, de la Universidad de Manitoba (Canadá), calculó que el ganado de carne alimentado con granos puede convertir un 2,5% de su energía en alimento para consumo humano. La estimación de la conversión de proteínas era un poco más eficiente, con menos de un 5% de las proteínas convertidas en alimento apto para los humanos.
Este ejemplo es el extremo de la baja eficiencia alimenticia, pero incluso el más eficiente –la leche—representa un desperdicio de tierra agrícola. El prof. Smil calculó que las vacas lecheras más eficientes convierten entre 55 y 67% de su energía en energía láctea.
La eficiencia también puede ser medida en términos de la tierra que se requiere para producir una caloría cárnica. Cuando Gerbens-Leenes et al. Examinaron el uso de la tierra para alimentación en Holanda, encontraron que el ganado requería el máximo de tierra por kilógramo, y que los vegetales requieren mucho menos. Por ejemplo, una dieta vegana encuentra las calorías y proteínas que necesita desde 300 metros cuadrados plantados con patatas. Una dieta más variada, con vegetales y frutas, granos y legumbres, puede requerir de 700 metros cuadrados. Reemplazando un tercio de estas calorías por las obtenidas de leche y huevos, se dobla la cantidad requerida (1.400 metros cuadrados). Una típica dieta europea omnívora requeriría de cinco veces la superficie de una dieta vegana (1.500 metros cuadrados).