Defender los derechos y la vida de los animales implica no consumir ningún producto que provenga de ellos. Es simple, claro y es, en esencia, el significado de ser vegano. Sin embargo, la premisa por sencilla no es reduccionista, sino todo lo contrario.
El veganismo es una filosofía de vida y muchos mendocinos han decidido que su cotidianidad transcurra bajo esa consigna. ¿Cómo se traduce está decisión? Llevando una vida que respete aspectos como alimentación, vestimenta o entretenimiento.
Alejandro Prieto (30) es vegano desde hace casi un año y como muchos llegó gradualmente. Un día dejó el cigarrillo y retomó el deporte, pero se dio cuenta de que comerse dos milanesas no era compatible con lo que hacía. A eso sumó un problema de salud que lo puso a dieta estricta y cuando la obligación médica terminó se sintió tan bien que quiso seguir así y se volvió vegetariano.
"Después conocí a unos veganos y así empecé. Es una cuestión de conciencia que despierta. Se es vegetariano por distintos motivos, pero los que se hicieron porque les preocupa el maltrato animal descubren que en un vaso de leche hay tanto sufrimiento como en un bife", reflexiona Alejandro. Él es uno de los tantos veganos que hay en Mendoza y forma parte de un grupo que crece de a poco.
Soledad Moretti (31) es una practicante con experiencia. Ella es administradora de empresas y trabaja en hotelería, es vegetariana desde los 18 años y lleva casi tres años siendo vegana. "Di el salto cuando vi un documental sobre el maltrato que recibían las gallinas y las vacas y fue como un empujón a algo que ya venía haciendo", afirma. No está sola en su decisión, su marido Gonzalo también es vegano y ambos crían en la misma filosofía a su hijo.
"Hasta los dos años lo criamos como lácteo-vegetariano y después consultamos con un médico para asegurarnos de que su comida vegana tenía todos los nutrientes necesarios para garantizar el desarrollo y crecimiento. El médico lo aprobó y no es algo que se pueda hacer sin consultar a un profesional", aclara.
¿Se nace o se hace?
Una vida sin leche, queso, huevos o carne es más fácil de llevar puertas adentro sobre todo comparada con las juntadas con amigos no veganos que implican no sólo procurar el alimento propio, sino también discurso y paciencia para enfrentar cuestionarios.
Las mujeres son mayoría, pero piensan que también es fruto de la cultura en que vivimos.
"Creo que a los hombres les cuesta más sobre todo por la tradición del asado que es parte de la inclusión social. Pero hemos notado el efecto multiplicador de nuestras juntadas. Nos reunimos todos los viernes en un restaurante vegetariano y muchos se acercan para conocer, charlar o informarse", explica Soledad.
Años de consumo animal y tradición cultural no son fáciles de dejar de lado, y los veganos lo entienden bien porque ellos recorrieron ese camino.
"Cuando te informás empezás a romper ciertos paradigmas culturales. Siempre te preguntan cómo hacemos con las proteínas, el hierro o el calcio y es una pregunta reflejo de gente que culturalmente cree que esas cosas están en ciertos alimentos, pero yo les pregunto si saben que son exactamente y me dicen que no", ejemplifica Alejandro.
Explicar y justificar una y otra vez lo mismo es parte de su rutina. "Siempre nos preguntan lo mismo y explicamos qué granos y vegetales tienen las mismas propiedades que los alimentos de origen animal. Los nutrientes como calcio, vitamina D o proteínas los podés encontrar en el reino vegetal. Nosotros seguimos este estilo de vida por una razón ética, pero también para muchos hay razones de salud y ambientales", agrega Soledad.
Mitos y verdades
"Qué comés" es la pregunta más habitual que enfrentan los veganos. Por eso no sólo difunden una lista de alimentos, sino también de propiedades. Así afirman que en vegetales, granos y frutos secos están los nutrientes que el resto de la gente encuentra en carnes o lácteos.
Un gran mito es pensar que ser vegano se limita a la comida, pero además de ese error también otros están asociados a pensar que la soja es la base de la dieta. "La soja es un alimento versátil y es muy rica en proteínas pero no es ideal para consumo frecuente, es un poco indigesta", explica Alejandro Prieto.
Lo que sí logra la soja es brindar reemplazos visuales. Hay leche, milanesas o queso hecho a base de soja que ayuda a hacer el cambio. Pero los veganos prefieren no hablar de la comida en términos de reemplazos, sino de alternativa y variedad.
"Lo que te lleva a investigar es el miedo. Por suerte ahora la ADA, que es la American Dietetic Association afirmó que las dietas vegetarianas estrictas son completamente saludables, incluso para niños después de la lactancia", explica Alejandro.
¿Es caro ser vegano? Vestirse es barato porque lo sintético es más económico. En cambio comer tiene un costo variable. Las frutas y verduras de estación son más accesibles, pero productos como los frutos secos o ciertos cereales son un poco más caros, aunque de consumo menos frecuente.
"Ser vegano parece difícil pero es sencillo, yo lo comparo con cambiarse casa. Una vez que te acostumbrás ya está. En las dietéticas conseguís muchas cosas y casi no te hace falta ir al supermercado. Lo demás tiene que ver con cuestiones culturales, con la ropa hay cueros sintéticos, algodón, o fibras sintéticas. Ser vegano es ser consumidor responsable y la norma sería evitar envasados o productos de supermercado. Es mejor comprar a los productores chicos o ir a la feria", señala Prieto.
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