La crisis alimentaria destapada en Alemania ha vuelto a despertar la alarma. ¿Estamos seguros de lo que comemos? A tenor de la propuesta de la Unión Europea a raíz de este nuevo caso de dioxinas, parece que no. Ahora, sugieren que sea obligatorio realizar una estricta separación entre la producción de grasas para uso industrial y las utilizadas para la fabricación de piensos. ¿No se hacía ya? Parece que no, al menos no de forma estricta. Y ése es el problema. El consumidor ya no sólo se asombra ante las barbaridades que hacen unos pocos, sino que se queda sin palabras al descubrir que la normativa que vela por su alimentación no es tan segura.
«Nunca deberían estar juntas unas grasas para fines industriales con las de elaboración de piensos. Es increíble que tras el incidente de Bélgica en 1999, similar al de Alemania, sigamos así. Entonces se desviaron aceites industriales al pienso y no se hizo nada, ni siquiera se ha realizado un estudio epidemiológico a la gente expuesta», explica el médico Eduardo Rodríguez Farré, del Instituto de Investigaciones Biomédicas de Barcelona, dependiente del CSIC.
En el caso alemán, la cadena de contaminación se originó en una fábrica de forraje, al emplear ácido graso de biodiésel con dioxinas para la elaboración del pienso. Y el problema de las dioxinas es que, además de su elevada toxicidad, «se eliminan muy lentamente por la orina y las heces, ya que tienen entre siete y 11 años de vida media; es decir, que cuando pasa ese tiempo se ha eliminado la mitad de las acumuladas en el tejido adiposo», detalla Rodríguez Farré. Y como estamos expuestos a dioxinas en productos cárnicos, lácteos, pescados y demás, la historia siempre se repite. De ahí que se hayan establecido límites para el nivel de estos agentes químicos. Sin embargo, «al tratarse de sustancias bioacumulativas, lo cierto es que, aunque se cumplan esos topes máximos, se desconocen los efectos que muchas pequeñas cantidades de dioxinas puedan tener en el organismo a largo plazo», añade el médico, experto en farmacología y toxicología.
Así que no siempre el pienso que se da a los animales es de lo más sano. Además de las dioxinas en los forrajes, hay otros silenciosos e ilegales enemigos que comen los animales: antibióticos para que engorden, grasas para la elaboración de jabones, etcétera. Y éstos son sólo dos ejemplos de lo que sucede en España (donde más del 95 por ciento del pienso es transgénico –una práctica legal, aunque muchos estén en contra–, según reveló la Confederación Española de Fabricantes de Alimentos Compuestos para Animales a este semanario en 2006).
Los casos
Aunque la mayoría hace las cosas bien, lo cierto es que siempre hay unos pocos, llamados pícaros por unos, terroristas de la salud por otros, que desatan la alerta. Y no sólo en reses. El Tribunal Superior de Justicia de Galicia ratificó el pasado 30 de mayo la multa impuesta tiempo atrás a la compañía Proaqua Nutrición por servir piensos adulterados en la piscifactoría Truchas de Umia. Los análisis realizados a las muestras de piensos detectaron que había sulfadiacina y oxitetraciclina. La empresa alegó que podría deberse a defectos de limpieza de la mezcladora.
Sin embargo, lo cierto es que «la oxitetraciclina se utiliza para eliminar bacterias y favorecer el engorde de los animales. En la actualidad, se emplean derivados de tetraciclina en antibióticos que uno puede encontrar en la farmacia. Respecto a la sulfadiacina, es otro antibacteriano. La sulfadina antes se utilizaba como antibiótico contra la meningitis. Se ha comprobado que origina problemas renales como efecto secundario», detalla el médico.
«Y es que el problema del empleo de ambas sustancias en el pienso de los animales es que afectan a la población sensible, y estamos todos expuestos. Por eso hay gente que es alérgica a un medicamento sin haberlo tomado antes, ya que ha sido expuesta en su alimentación», añade Rodríguez Farré.
Lo que detectaron los análisis
No es el único caso y desgraciadamente tampoco será el último. El pasado mes de octubre los agentes del Servicio para la Protección de la Naturaleza (Seprona) de la Guardia Civil descubrieron que dos ganaderos de la localidad madrileña de Loeches habían alimentado a sus 700 reses de ganado ovino, porcino y caprino con piensos prohibidos en la Unión Europea.
En concreto, los análisis realizados a estos piensos detectaron que se les había alimentado con grasas y proteínas de origen animal mezcladas con cereales. Desde el año 1994 está prohibido en la UE la utilización de proteínas animales transformadas en piensos para ganado para evitar aquella bomba de relojería que estalló con la encefalopatía espongiforme bovina, también llamado el mal de las «vacas locas». Durante las diferentes inspecciones realizadas, los agentes del Seprona encontraron 10 clases de diferentes medicamentos veterinarios caducados que fueron administrados a los animales. Los ejemplares, hallados en un estado higiénico deleznable, no estaban ni siquiera registrados. Y por si esto no fuera suficiente, los agentes detectaron también una dependencia a cielo abierto en la que, al parecer, se habían realizado sacrificios y despiece de animales.
Cómo superaban los controles
Unos años antes, el Seprona desarticuló una red dedicada al engorde ilegal de ganado en Navarra y Ávila. Cuidaban cada detalle. Así, a los terneros que se iba a llevar al matadero se les dejaba los últimos días sin suministrar ningún tipo de sustancia prohibida, de modo que la carne superaba los controles pertinentes que hay que se tienen que hacer antes de destinarla al consumo humano.
Otro caso fue el que aconteció en Andalucía en 2004, cuando se detectó que de más de 50 explotaciones ganaderas investigadas en Guadix (Granada), 35 usaban pienso cargado con antibiótico para el engorde de corderos. El resultado de esta investigación fue la detención de dos personas y la imputación de otras tres por comercializar con estos forrajes.
Pero sin duda, uno de los casos que más recuerdan al de Alemania es el que tuvo lugar en 2002. Ese año, la Guardia Civil desmanteló en Cataluña una red de distribución de productos ilegales para el engorde del ganado. Los miembros de la red utilizaban grasas de uso industrial (que no son comestibles) para elaborar los piensos del ganado. En concreto, las grasas para piensos con aceites cancerígenos venían vía Holanda, país que exportaba a España una serie de productos químicos dedicados a la elaboración del jabón. Los motivos: al mezclar estas grasas industriales con los restos de ingredientes del pienso se aumentaba el volumen de producción y lograban mayores beneficios con su venta.
A los casos antes citados habría que sumar los detectados en la Unión Europea, que van desde carne con 200 veces más dioxinas que el límite prescrito hasta forrajes con aceite industrial de desecho con bifenilos policlorados (PCB). Así como los incidentes acontecidos fuera, como el empleo de arcilla bentonita contaminada en forrajes, por ejemplo.
... y en animales de compañía
En España, en el año 2007, la industria española de alimentos para mascotas mandó un mensaje de tranquilidad tras la detección en EE UU de varias partidas de piensos elaboradas con materias primas adulteradas importadas de China, que habrían provocado la muerte de 2.200 perros y 1.950 gatos estadounidenses.
Años antes, el «Diario de Sevilla» publicaba en 1999 las declaraciones del director de una empresa harinera andaluza confirmando que una protectora de animales le suministraba cada sábado entre 30 y 40 cadáveres de perros. Asimismo, la Consejería de Agricultura de Sevilla abrió por entonces diligencias por la denuncia al respecto presentada por la Asociación Andaluza de Defensa de los Animales por el uso de cadáveres de perros en la fabricación de piensos sin el permiso preceptivo.
En aquella ocasión, el delegado de la Consejería de Agricultura en Sevilla, Domingo Chamorro, recordó que era habitual emplear animales muertos en la obtención de piensos.
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