La obra propone una serie de preguntas y respuestas tales como ¿por qué el hombre es carnívoro?; ¿es esta costumbre moralmente legítima? y, en especial, ¿cómo tratamos a los animales que nos comemos?
Entre datos estadísticos, recuerdos de la infancia y argumentos filosóficos, Jonathan Safran Foer se cuestiona las creencias, los mitos y las tradiciones familiares y nacionales relacionadas con el hecho de comer o no carne. A lo largo de los capítulos de su libro Eating Animals (Comiendo Animales), el autor lleva a cabo una extensa investigación que incluye una expedición clandestina a un matadero industrial y un reportaje sobre un rancho en el que se practica la ganadería tradicional. El autor explora la atrocidad desde todos lo ángulos posibles y los últimos vestigios de una civilización en la que los animales aún eran respetados.
Como siempre ocurre con este tema, este libro no se librará de polémicas ni de discusiones apasionadas. Son muchos los lectores que disiparon sus dudas y se hicieron vegetarianos al leerlo. Además, los elogios que recibió por parte de famosos escritores han añadido un interés especial a la obra. "Se evocan de forma tan viva los horrores diarios en las granjas industriales y se evidencia de forma tan convincente la responsabilidad de los dirigentes del sistema que cualquiera que haya leído el libro de Foer y continúe consumiendo los productos de la industria o no tiene corazón o es impermeable a la razón, o ambas cosas". J.M. Coetzee.
Extracto de Eating Animals
"Antes de planear mis visitas a las granjas, pasé más de un año investigando la bibliografía existente sobre la alimentación carnívora: la historia de la agricultura, documentación sobre la industria y el Ministerio estadounidense de Agricultura, panfletos activistas, obras filosóficas relevantes, numerosos libros sobre alimentación que tratan el tema de la carne… A menudo me asaltaron sentimientos de confusión. Algunas veces mi desorientación era el resultado de términos tan resbaladizos como sufrimiento, alegría, crueldad. A menudo, estos sentimientos parecían infligidos de forma deliberada: el lenguaje nunca es exacto, pero cuando se trata de comer animales, las palabras suelen ser utilizadas para confundir y camuflar en igual medida que son utilizadas para comunicar. A veces se usan términos que nos ayudan a olvidarnos de lo que realmente estamos hablando. Otros, como «criados en libertad» pueden confundir a quienes buscan tranquilidad de conciencia. Algunos otros, como «feliz», significan lo contrario de lo que parece. Y algunos, como «natural», no significan absolutamente nada".
"No podemos justificar la ignorancia, sí la indiferencia. Soportamos la carga, pero también la suerte de vivir una época en la que la crítica contra la ganadería industrial va calando en la conciencia popular. Con el paso del tiempo, y con todo el derecho, se nos podrá proponer la siguiente pregunta: y vosotros, ¿qué hicisteis cuando supisteis la verdad sobre el hecho de comer animales?"
"Hay algo especial en el hecho de comer animales que hace que las diferentes opiniones se polaricen: o nunca comemos carne, o no nos cuestionamos seriamente el tema, o nos convertimos en activistas. Estas posiciones antagónicas, al igual que el rechazo a adoptar una determinada posición, son muy reveladoras, ya que convergen para indicar que comer animales no es una cuestión banal."
"El hecho de consumir o no animales y la forma en que los consumimos provoca de todo menos indiferencia. La carne está relacionada con lo que somos y lo que queremos ser, desde el libro del Génesis hasta la última ley sobre la ganadería. La carne provoca cuestiones filosóficas significativas y representa una industria que mueve una cifra de más de 140.000 millones de dólares anuales y ocupa casi un tercio de las tierras del planeta; que modifica los ecosistemas oceánicos y podría determinar el futuro medioambiental de la tierra. Sin embargo, parece que sólo somos capaces de reflexionar de forma superficial sobre el contorno de los argumentos, sobre los extremos lógicos antes que sobre las realidades prácticas.
"Mi abuela declaró que nunca comería cerdo, aunque le fuera la vida en ello. Muchas personas se acogen a esta apuesta de todo o nada cuando se trata de la elección de su dieta. Es esta una forma de pensar que no aplicaríamos nunca a otros aspectos éticos de la vida (imaginemos, por ejemplo, la posibilidad de mentir siempre o de no hacerlo nunca). No sabría decir el número de veces en las que, habiendo confesado a alguien que era vegetariano, mi interlocutor reaccionó resaltando algún tipo de inconsistencia en mi modo de vida o tratando de encontrar algún fallo en un argumento que yo aún no había desarrollado (en muchas ocasiones he tenido la impresión que mi vegetarianismo era más importante para los demás que para mí mismo)."
"Tenemos que encontrar una forma más adecuada de hablar del hecho de que comemos animales. Hay que buscar los medios de situar la carne en el centro del debate público, del mismo modo que en tantas ocasiones se encuentra en el centro de nuestros platos. Pretender llegar a un consenso se antoja algo inútil. Por muy fuertes que sean nuestros convencimientos sobre lo que es bueno para nosotros de forma individual, e incluso en lo colectivo, sabemos de antemano que nuestras posiciones van a chocar con la de nuestros vecinos. ¿Qué podemos hacer ante esta inevitable realidad? ¿Abandonar la discusión o encontrar un medio de reconducirla?"
Búscalo en tu libería mas cercana, la obra ya está disponible en castellano.
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