Según últimos datos oficiales, en 2016 se alcanzó un censo de 29,2 millones de cerdos. Este dato sitúa a España como el país con mayor población porcina de UE por delante de Alemania (27,5 millones).
Es el doble que hace 20 años, y ello supone el 37 por ciento del total de la producción ganadera, generando alrededor de 1,7 millones de toneladas anuales de carne y una entrada de unos 6 mil millones de euros al mercado. España es el tercer mayor exportador mundial de porcino, detrás de China y Estados Unidos.
Cataluña lidera el censo español de porcino, con 7,6 millones de animales. Le siguen Aragón con 7 millones, Castilla y León con 3,8 millones, Andalucía con 2,5, Murcia con 1,8 y Extremadura con 1,4 millones de animales. Cataluña y Aragón acogen casi la mitad de los cerdos del país pero también la mayor parte de los efectos negativos de estas explotaciones sobre la sociedad y el medio ambiente.
Según un informe publicado por las organizaciones Food & Water Europe, Amigos de la Tierra, CECU y VSF Justica Alimentaria Global, la industria española del porcino se expande con gran rapidez, a partir de un desarrollo basado en una creciente concentración, bajos costes de producción y una fuerte dependencia de las importaciones y los mercados internacionales. “Pero esta industria no está asumiendo sus graves impactos ambientales, sobre las personas trabajadoras y las comunidades locales”, critican estas asociaciones.
Mientras se anuncian cada vez más proyectos de macrogranjas industriales, la oposición crece entre la población afectada por los impactos de esta industria. Según concluyen los ecologistas en su informe "¿Un país para cerdos?“, hay una “necesidad urgente de replantear el desarrollo de la industria del porcino en España, para que la ganadería pueda retomar su papel como actividad que mantiene el medio rural, que satisface las demandas de las personas consumidoras y que respeta el medio ambiente y las condiciones laborales”.
Cada vez menos granjas pero más grandes
Entre 1999 y 2013 desaparecieron 128.000 pequeñas granjas, con la consecuente pérdida de empleo para el sector, mientras unas pocas granjas industriales acapararon este negocio. En ese tiempo la media de animales por explotación aumentó de 122 a 467. El 87,3 por ciento de los cerdos están encerrados en interior de naves sobre suelos total o parcialmente enrejados y nunca verán la luz del día.
“La concentración y la integración vertical relegan a ganaderos y ganaderas a un papel marginal, con una gran pérdida de empleo para el mundo rural, cada vez más despoblado. Es urgente apostar por una ganadería de calidad respetuosa con las personas y el entorno y poner freno a megaproyectos que destruyen el empleo y el medio ambiente como esta industria del porcino o la macrogranja de 20.000 vacas que se pretende construir en Noviercas, una pequeña población de Soria” afirma Blanca Ruibal, de Amigos de la Tierra.
Un país saturado de purín
Los cerdos censados en España en 2015 produjeron casi 61 millones de metros cúbicos de purín. Cantidad que llenaría 23 veces el estadio del FC Barcelona.
La gestión de estos purines genera innumerables problemas ambientales y sociales por todo el territorio. 142 de los 947 municipios catalanes tienen problemas de acceso al agua potable por contaminación por nitratos. El Gobierno catalán invierte más de 6 millones de euros cada año para abastecer a esta población.
Demasiados antibióticos en la carne
Un tercio de todos los fármacos utilizados en ganadería en la UE durante 2014 se aplicaron en España. La industria cárnica española utiliza 419 miligramos de agentes antimicrobianos veterinarios por cada mil toneladas de carne, unas tres veces más que en Alemania.
Frente a ello, cada año mueren en Europa 25.000 personas por resistencia a antibióticos. Si la resistencia sigue aumentando al ritmo actual en 2050 podrían llegar a 50 millones. “Este modelo de ganadería basado en el abuso de antibióticos no responde a la creciente demanda de productos sanos y de calidad que quiere la ciudadanía”, explica Ana Etchenique, de la Confederación Española de Consumidores y Usuarios (CECU).
Alimentados con soja transgénica
La mayoría del alimento que consumen estos cerdos es soja transgénica procedente de América del Sur, donde la rápida expansión de este tipo de plantaciones implica graves impactos ambientales y sociales.
La soja transgénica en su mayoría es la “Roundup Ready”, modificada por Monsanto para hacerla resistente a su herbicida Roundup. La introducción de soja transgénica ha incrementado de forma dramática el uso de glifosato, contaminando el agua y causando graves impactos sobre las comunidades locales como la deforestación y pérdida de biodiversidad o el acaparamiento de tierras.
“La alimentación de la industria porcina provoca también impactos en el Sur debido a las importaciones de soja, en su mayoría transgénica, contribuyendo al cambio climático, la deforestación y el desplazamiento de comunidades rurales”, resume Javier Guzmán, de VSFJusticia Alimentaria Global.
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