Desde que tengo uso de razón, siempre me han gustado los animales.
Cuando era pequeña, me encantaba pasar el rato jugando con ellos. Además, mi madre siempre me consentía tener algún animalillo en casa, siendo que obviamente ella se hacía cargo de mantenerlos, limpiarlos, cuidarlos...
Hemos vivido con diferentes especies, desde tortugas hasta conejos, periquitos, etc. Nunca me ha gustado ver a ningún animal sufrir, no lo soportaba.
Por aquel entonces no sabía lo que había detrás del consumo de carne o de cualquier producto animal, incluso el simple hecho de tener un hámster en casa metido en una jaula me parecía divertido. Nadie me había explicado lo que podía suponer el encierro para aquel animalillo. Dentro de mi mentalidad infantil pensaba que era algo bueno, que ellos disfrutaban tanto como yo.
Hace unos cuantos años, cuando estuve estudiando un curso de cocina, recuerdo que una mañana nos pusieron un video de una fábrica en la que mataban pollos. La verdad, sufrí enormemente viéndolo.
Por aquel entonces, no conocía mucho (por no decir nada) el veganismo. Aunque sí sabía que había gente que rechazaba el consumo de animales, desconocía el porqué. De hecho, pensaba que existían las vacas lecheras, con que imaginaros...
Cada día que pasaba, algo crecía dentro de mi. Cada vez me sentía peor comiendo carne, aunque no me decidía a ver la realidad. Todo cambió cuando apareció Koke en mi vida.
Koke es un terremoto de cuatro patas, mi ojito derecho. Lo metí en casa sin que mi madre se enterara y no se lo tomó muy bien. Me dijo que si quería vivir con un perro tendría que ser bajo mi responsabilidad, y como yo ya había empezado a trabajar, así fue. Cada vez que miraba a ese pequeñín, veía a todos los animales con los que he convivido. Empecé a ver en su mirada a un cerdo, una vaca, un pollo... Cada vez me preguntaba más porqué adoraba tanto a ese perro pero en cambio, optaba por ir al supermercado y comprar el cadáver de otro animal. Hasta que un día, decidí dejar de preguntarme y actuar. Dejé de comer carne.
Un tiempo después, empecé a escuchar hablar sobre el veganismo y decidí investigar. Fue una sorpresa encontrarme con todas las atrocidades que se producen para que podamos beber un simple vaso de leche. La realidad me repugnó tanto que ese mismo día dejé de formar parte de eso.
A día de hoy, haber abandonado el consumo de productos animales creo que es la mejor decisión que he tomado en mi vida. A nivel mental, la paz que siento conmigo misma al no contribuir con el sufrimiento de un animal es muy satisfactoria. He comprendido que no basta con querer a los animales, hay que respetarlos, y es por eso que hoy estoy escribiendo este texto contando mi experiencia personal.
Muchas personas, al igual que yo cuando era una niña, no tienen a nadie que les haga reflexionar sobre el tema, alguien que les anime a dar el paso. El hecho de consumir productos de origen animal es algo que está muy normalizado. Desde que nacemos, nos dicen que comer animales está bien, y por tanto, no te cuestionas que no sea así.
A parte de eso, las personas tenemos miedo a lo desconocido. Sin embargo, yo puedo asegurar que el veganismo no sólo no me ha traído nada malo a nivel físico, sino que a nivel mental me a hecho crecer mucho como persona y aprender a valorar muchas cosas, una de ellas la vida.
Maialen