Me llamo Carmen, tengo 24 años y soy vegetariana desde hace 3.
Me gustan los animales desde que tengo uso de razón. Desde pequeña he tenido la suerte de poder estar en contacto con la naturaleza porque parte de mi familia era ganadera (sí, sí, ganadera). Los veranos en un pueblo de Extremadura cogiendo ranas al anochecer, bichillos en el pastizal de los caminos, correr detrás de las gallinas o dar de mamar a los terneros de mi tío Joaquín hicieron que mi vinculo con la naturaleza y los animales fuese muy fuerte.
Desde siempre supe que quería estudiar algo relacionado con ellos y me decidí por la biología, no me dió la nota y acabé estudiando Ciencias Ambientales, carrera que me dió una visión más integrativa de nuestro papel en el planeta y como nuestras acciones estaban transformando profundamente el paisaje, el clima y las especies que lo habitan. Una de las asignaturas que di en la carrera, de esas fáciles que llamaríamos “Marías” me marcó profundamente. Se llamaba “Principios jurídicos básicos y deontología de la profesión” y nos obligaban a informarnos y a pensar. Siempre me acordaré de ese documental en que vi los horrores de la industria alimentaria. Me di cuenta de como había desvinculado lo que comía de lo que realmente era. Esos productos que me llevaba a la boca dejaron de ser productos y comencé a verlos como lo que eran, trozos de seres que sienten y sufren. Sus derechos no se respetan y son recogidos bajo leyes laxas que muchas veces ni se aplican.
Si esto me pasaba a mi que sabía lo que era una vaca, ¿cómo no iba a pasarle a la gente que no había tenido esa experiencia? Suena tonto, pero muchos niños de hoy en día saben como es una cebra perfectamente porque la ven en el zoo, pero han tenido poco o ningún contacto con nuestra fauna autóctona o con nuestros animales de granja.
Informándome vi que todo eran ventajas, la producción cárnica es un desastre natural insostenible, los caladeros están esquilmados y el consumo de pescado conlleva una ingesta de metales pesados cada vez más alarmante.
Al irme de erasmus pude llevarlo a cabo, fuera de España el movimiento es mucho más fuerte, hay muchas opciones de productos para vegetarianos y veganos y no somos bichos raros. Al volver a mi casa ya tenía el hábito y lo único que me costó fue aguantar los comentarios de la gente que me rodeaba. Vivir de acuerdo con tus principios cuando no siguen a la masa cuesta, pero significa vivir con la tranquilidad de estar haciendo lo correcto.