Yo nací amando a los animales. Me hacía muy feliz estar cerca de ellos. Aunque supongo que esta cualidad es innata en la mayoría de personas. Todas nacemos amando a los animales, pero la sociedad nos hace creer que debemos dejar de hacerlo para usarlos a nuestra conveniencia.

Crecí rodeada de animales. Mi fiel hermano perruno, Hook, pasó conmigo toda mi etapa infantil y adolescente. Cuando tenía 12 años, salvamos a 5 gatitos con un día de vida de morir ahogadas por la persona que se suponía que debía cuidarles y darles amor. En el veterinario nos dijeron que no conseguiríamos sacarlos adelante, que era muy complicado. Todos ellos me han acompañado durante muchísimos años.

Comencé a comprender que no era ético ni moral comer animales. Tuve esta idea siendo muy pequeña, pero dada la desinformación de aquella época, mi madre me dijo que no era sano no comer animales y tuve que esperar a independizarme para dar el paso hacia el veganismo.

Es cierto que no me costó demasiado apartar esa idea de mi mente, pude continuar comiéndome a mis amigos, a aquellos que sabía que no debía comer. Hasta tal punto la sociedad, los medios de comunicación, el lobby de la carne, consiguió su cometido.

Acababa de independizarme y fui al País Vasco de vacaciones. Me dije a mí misma: “solamente voy a comer pinchos de pescado”; ese era el primer paso para mí, Pues bien, vi un bocadillo de jamón y lo pedí, era mi último día allí. Le di el primer bocado y se lo di a mi pareja; no podía continuar con aquello, no podía seguir formando parte de aquello. ¿Qué excusas me quedaban?

Yo nací amando a los animales pero los comí durante muchos años. Ojalá todo el trabajo que ahora realizo para salvarles, para mejorar sus vidas de horror, pueda compensar tantos años de mirar hacia otro lado.