Siempre he sentido algo muy especial por los animales. Desde que tengo uso de razón recuerdo ver a un animal y no poder evitar dirigir la mirada hacia él o tocarlo si era posible. Toda la vida me han encantado y he sido muy feliz a su lado o desdichado e infeliz si los he visto en apuros.
El problema es que mi amor por ellos estaba condicionado por los cánones de la sociedad. Me educaron para sentir por unos animales e ignorar a otros. Mi vida cambió en el año 2013 cuando vi una publicación de un santuario de animales de granja en un conocido periódico. Después de leer con atención la noticia pensé que era un bonito proyecto mientras me preguntaba por qué existía tal lugar. Fue entonces cuando investigué y descubrí el horror que viven millones de animales en todo el mundo y acto seguido me di cuenta de que yo no podía ser parte de ese sufrimiento.
Ese mismo día lo dejé absolutamente todo y nunca más he necesitado revivir mi pasado carnista. Ya son 7 años de veganismo acompañados por un activismo diario en redes y en ONGs. Todo un orgullo para mi conciencia y la manera lógica de ser coherente por mi amor hacia ellos.