Son muchas las que me preguntan por qué deje de consumir animales, qué me hizo renunciar a todos esos privilegios de manera drástica, pero sobretodo: por qué no tan solo me conformaba con cambiar mi dieta, sino que además había decido dedicar mi vida a defender la vida, la Tierra y todos sus habitantes -incluyendo claro a los animales.

Todo empezó al encontrarme con una activista, que como yo ahora, dedicaba unas horas de su día a concienciar a la gente que paseaba por la calle sobre el escondido sufrimiento animal. Yo, a mis 14 años, es cierto que había escuchado el término veganismo antes, o al menos, sabía lo que quería decir:  decidir dejar de consumir animales y sus respectivos derivados. Sin embargo, desconocía el motivo por el cual estas personas tomaban tal decisión. Aunque parezca estúpido al pensarlo ahora, nunca me había replanteado que los animales sufrieran al yo consumirlos. Y es que esto era simplemente porque no había visto nunca esa realidad, una realidad que tanto la sociedad, como los medios y incluso mis propios padres, me habían ocultado -y que en ese momento se me fue revelada por esa activista.

Fue al ver como esos cerdos gritaban y intentaban resistir antes de ser gaseados, al ver como esas gallinas trataban de romper las oscuras jaulas a las que estaban condenadas, al ver como ese ternero era apartado de su madre justo después de nacer, y como esta corría tras el tractor para intentar recuperarlo... Fueron esas imágenes las que me abrieron los ojos, y me hicieron sentir la voluntad de no querer participar en la explotación de esos inocentes seres nunca más.

Cuando conté mi descubrimiento a la gente, sobretodo mi familia, me recibieron con desprecio e indiferencia. Decidí informarme, asegurarme de cómo estar nutricionalmente abastecida y sana con esta nueva dieta -nueva a todo lo que me habían enseñado hasta entonces. Encontré que era científicamente aprobada, y además sus beneficios adicionales a nivel medioambiental: por qué iba a estar la gente en contra? Con mis argumentos, intenté explicarles mi decisión a mis padres, que a priori, se opusieron en banda, prohibiéndome llevarla a cabo.

Mi impotencia era tal que me pasé meses bombardeandoles con información veraz, charlas de profesionales, artículos... mientras por otro lado, iba aprendiendo a cocinar para no depender de ellos, y sin que se enteraran, iba reduciendo cada vez más mi consumo de productos animales. Mi insistencia dio sus frutos, les convencí para finalmente ir a una nutricionista cualquiera, y que esta pudiera de una vez dejarles tranquilos, y así fue. Esta les repitió lo que yo ya les había dicho, que una dieta nutritiva y completa no depende de productos de origen animal, y desde ese momento hasta hoy, soy vegana.

Adoptar esta filosofía me ha enriquecido en muchísimos sentidos, no solo me ha abierto los ojos respecto al sufrimiento de los animales, sino también me ha hecho entender el daño que ejercemos los humanos sobre la vida en general, sobre la naturaleza que es la que nos la da... Me ha hecho consciente de la opresión constante que existe en todos los aspectos de nuestra sociedad, una opresión que vemos en la esclavitud que viven los países del Sud, en cómo nuestra ropa o móviles se producen, en cómo ecosistemas enteros están siendo vendidos a las corporaciones, en cómo la mujer sigue intentando vencer la lucha contra el patriarcado... Y toda esa opresión nace de la idea de que ha seres superiores, y que por tanto, están legitimados a ejercer su poder sobre otros. Esa es la idea de la que toda opresión nace, y que si se quiere erradicar en su totalidad, se tendrá que suprimir todo acto que derive de ella. El veganismo es una manera de ayudar a acabar con esto, ¿te sumas?