Siempre he creído que a la hora de tomar una decisión, sabía elegir de forma racional, madura y responsable, la mejor de entre las opciones disponibles, sopesando los pros y contras y sobre todo siendo honesto en no pisotear ni perjudicar los derechos de los demás.
Siempre he creído, durante diferentes fases de mi vida, que otros eran los opresores y yo, si acaso, el oprimido (por los abusones, los profesores, los jefes o la política al servicio de las multinacionales).
Siempre me han explicado que las diferentes formas de vida del planeta, cohabitaban en cierta armonía y equilibrio natural. Y una mierda.
Bueno, quizás sí suceda entre las bacterias, los hongos, las algas, las plantas y el resto de animales, pero ¿qué pasa con el ser humano, tanto en las relaciones con nosotros mismos, como con el planeta o con el resto de animales?
Suelo cuestionarme las cosas, por curiosidad innata, para preservar mi identidad, para crecer, para no terminar dando por hecho las costumbres, o lo que otros consideran “normal” o “necesario”.
Soy Ingeniero Civil y Máster en Dirección de Empresas y en Cooperación al Desarrollo. Me creía un tipo listo, pero también una persona justa. y ¿sabes que?, no era ni lo uno ni lo otro. Probablemente tampoco lo sea ahora, pero he identificado mi mayor crimen y le he puesto remedio.
Sin ser consciente de ello, pagaba para que mataran a seres inocentes para mi alimentación, mi vestimenta o mi diversión. Pero resumirlo en eso no es nada preciso, porque era mucho peor:
- Pagaba para que preñaran continuamente a madres y las separaran de sus hijos para robar su leche (como sucede con las vacas y los terneros que llegan a llorar durante semanas buscándose entre sí).
- Pagaba para que confinaran y torturaran a individuos únicos (como sucede con pollos, gallinas, pavos, ocas o patos)
- Pagaba para que peces y crustáceos agonizaran en el mercado, en un expositor frente a mí, solo por satisfacer mi paladar
- Pagaba para que engordaran, atemorizaran y adelantaran la muerte a seres inteligentes e irremplazables (como son los cerdos).
- Y también pagaba por productos que eran cruelmente experimentados en ratones, cobayas, perros o algunos primates con los que compartimos hasta un 98,7% del ADN (gorilas, bonobos, orangutanes o chimpancés)
No conozco peor crimen ni genocidio más desgarradopr que este:
- Por número de víctimas (345 millones al día, sin contar las 500 mil toneladas diarias de peces, según datos de la FAO),
- Por nivel de crueldad, testimoniado en cada granja y recogido en documentales como Earthlings (2005), Cowspiracy (2014) o Dominion (2018).
- Por posición dominante del ser humano (como dice Jose Elías Esteve, Doctor en Derecho Internacional y miembro del tribunal Russell)
La industria ya se encargaba de que otros se mancharan de sangre las manos por mi. Ya se encargaba de estafarme y trabajar mis disonancias cognitivas con fotos alegres y etiquetas con apelativos infantiles:
- Vaca lechera: Claro, como toda hembra mamífera, pero esa leche es para su hijo
- Gallina ponedora: Claro, como el resto de aves o reptiles, pero sólo para dar a luz
- Bienestar animal: Yo me pregunto, ¿se puede emitir un sello de bienestar animal si te separan de tu hijo, te explotan y engordan para matarte después? Ni aunque sean criados entre almohadas!
La industria se encargaba de todo y nosotros, hacemos lo peor, demandar sus productos y permitirles oprimir al vulnerable. Somos cómplices necesarios. Tenemos el poder de perpetuar esa opresión cruel e innecesaria o abolirla.
Desde hace 5 años, ya no pago por ello, tampoco lo legitimo ni lo justifico. Ya comprendí que la dieta vegetariana es completamente saludable en todos los estadios de vida (según instituciones como la OMS o la Agencia Americana de Nutrición y Dietética)
Tras este despertar, ya no puedo, ni quiero ni debo ser el opresor, ahora se abre ante mí una ventana de aire fresco, de claridad, de luz y nitidez que me permiten reconocer lo que es obvio, que ninguna vida vale más que la propia. Todos somos animales con diferentes capacidades, y si el ser humano se diferencia del resto de animales, debería ser justo por eso, por su inteligencia (la científica y la emocional), ambas suficientes para alcanzar estos tres grandes axiomas:
El derecho a la vida: Atribuirle al resto de animales sus derechos inherentes a la vida
La no necesidad: Desarrollar la tecnología que nos permita el cultivo responsable de todos los nutrientes precisos para una dieta sana
Obligación y derecho: A preservar el bienestar de nuestros hermanos pequeños, el resto de animales.
Ahora lucho para salvar al menos tantas vidas como desahucié. Ahora soy activista por la lucha de los derechos de lo animales.
Y como todo activista, tengo mis sueños, mis retos, tengo mis deseos altruistas, libertarios… ¿los tienes tu?, espero que sí.
Algunos de mis sueños están al caer, gracias a personas bonitas que, desde hace muchos años, trabajan a contracorriente, y yo con ellos, por el final de la caza, la tauromaquia, los circos con animales o la reconversión de los zoos y acuarios en santuarios de rescate. Pero tengo otras metas más elevadas, coherentes con la salud de las personas y del planeta, basadas en el respeto y la ética.
Tengo un sueño y ya os dejo en paz.
“Ningún tipo de abuso, confinamiento, explotación o muerte hacia ningún animal de ninguna especie, en ningún lugar”
No hay sueños demasiado grandes si son de justicia.
Ese es mi último deseo, acabar con la opresión animal, acabar con el especismo. Y lo conseguiremos antes si es con tu ayuda.
Yo soy AnimNaturalis.