No recuerdo exactamente cuál fue el detonante para tomar la decisión de dejar de comer carne. Supongo, que fue un conjunto de cosas. Sí que recuerdo un documental que me abrió los ojos más que ningún otro, "El mejor discurso que jamás escucharás" de Gary Yourofsky.
A partir de aquí, empecé a ver más documentales, videos y leer muchos libros sobre ética y explotación animal.
Por otro lado, sí que recuerdo cuándo tomé la decisión. Fue en enero de 2016, después de pasar las fiestas familiares y de pensar, con cada plato que me servían, la crueldad que suponía cada trozo de carne que me metía en la boca.
Cuanto más lees, te informas, te documentas e investigas, te das cuenta de lo "antinatural" de la situación, de lo cruel que es la industria de la carne, de la leche, del huevo. Explotamos libremente y con total impunidad a los animales no humanos, porque creemos que tenemos el derecho de hacerlo.
En la escala de valores, nos posicionamos en la cima, valorando más las vidas humanas que cualquier otra forma de vida. Seguramente, dentro de muchos años, nos daremos cuenta de lo egoístas que hemos sido y de lo agresivos que eran nuestros actos.
He eligido una foto a la que le tengo mucho cariño. Es en el Amazonas colombiano, donde viví dos meses entre monos. El de la foto es Chucho, víctima de la caza furtiva de animales.
Allí aprendí de los Tikuna, que todo tiene alma, los animales, las plantas, el bosque, los árboles, la selva. Fue una conexión tan fuerte con la vida, que aún me pone los pelos de punta.
Ojalá un día, evolucionemos hasta ese punto, hasta volver a los orígenes, respetando, por encima de todo, cualquier forma de vida.